Juan
miraba en su entorno … no se veía a nadie … miró su reloj …
marcaba las 4h de la madrugada … era hora de cerrar .
Había
trabajado más de 12 horas, pero eso no le importaba … era una
semana al año … todos los años … le gustaba … más que eso …
esperaba con inusitada ilusión las fechas de la feria.
Para
él era un privilegio ejercer su profesión de vigilante en la famosa
Feria de Sevilla, más aún para él, que había nacido en una de las
calles del mítico barrio de Triana.
Juan
ya había cruzado la barrera de los cincuenta y era considerado como
un hombre serio y muy profesional.
Por
eso la cofradía de “Los hermanos auxiliadores” le llamaban como
vigilante de su caseta … y lo hacían ya 4 años consecutivos.
Era
el único vigilante de la caseta 588 … trabajaba todo el día, solo
tenía un descanso entre las 9h y las 12h, período de menos gente y
que algunos de los cofrades se turnaban para remplazarle.
Su
función era mantener el orden dentro de la caseta, y controlar que
solo entrasen personas afiliadas o invitadas, y para eso tenía una
lista que siempre consultaba.
Era la madrugada del miércoles … oficialmente la Feria cerraba a las tres … pero, aunque se apagasen casi todas las bombillas del alumbrado, algunos se quedaban un par de minutos más … siempre era así.
Cerró el toldo … eso le llevaba casi 15 minutos … tenía muchas ataduras y no podía arriesgarse … la feria siempre atraía a mucha gente … muchos oportunistas de lo ajeno …
Dentro, había que confirmar que todos los aparatos estaban desenchufados, excepto, claro, el gran arcón frigorífico.
Estaba junto a la máquina del café cuando de repente entró un hombre alto, vestido de una manera fina, con un gran sombrero cordobés …
Juan dudó sobre qué hacer … por un momento pensó intervenir … pero el hombre mostraba conocer muy bien el interior de la caseta.
Entrando al fondo de la barra, se fue directo a una vitrina y sacó de una botella de vino fino.
La botella no estaba ni siquiera visible ya que se encontraba por detrás de dos botellas de manzanilla.
El hombre sabía exactamente donde estaba.
Juan se mantuvo parado viendo cómo el personaje llenaba un vaso que también sacó de su sitio y se disponía a beber.
Al hacerlo volvió un poco su cuerpo y el vigilante se dio cuenta de un clavel muy rojo que traía en su chaqueta corta.
En menos de diez minutos el hombre bebió y se fue, dejando la mitad del vino en el vaso … y este encima de la barra.
Juan no sabia que pensar … la verdad es que el hombre conocía bien todo el interior de la caseta.
En algún punto había dejado abierto el toldo por lo que decidió pasar revista a esa tarea.
Pero … todo el toldo estaba perfectamente cerrado … bueno … no había que dar más importancia al asunto.
Lavó el vaso, lo colocó en su sitio y salió hacia el exterior.
El día siguiente fue día fuerte de Feria. Al revés de otros años, que casi siempre llovía, aquél tenía por principal invitado, el sol … y las temperaturas eran altas … no parecía Abril ni el concepto que tenía de primavera.
Las luces de nuevo se apagaron a las tres, pero, esa noche algunos se quedaron bastante más …
Solo a las 4.30h Juan pudo empezar a cerrar el cobertizo.
Estaba pasando, de nuevo, revisión a los aparatos cuando el mismo hombre del día anterior entró.
De nuevo se dirigió a la misma botella y repitió todos los movimientos de la noche anterior.
Juan pensó que ya bastaba de hacerse el listillo … miró en su dirección :
--- A ver, hombre de Dios. No puede usted venir a beber un poco más pronto? Ya ayer me asustó …
El hombre siguió bebiendo sin demostrar intención de contestarle.
Eso hizo enfadar un poco a Juan.
--- Perdone … hablo con usted … es que no piensa contestarme?
Interpelado así en un tono tan incisivo el hombre paró de beber, irguió la cabeza … dio media vuelta … y miró frontalmente al vigilante.
--- Mire --- contestó con voz tranquila --- yo soy miembro fundador de la cofradía Los Hermanos Auxiliadores … esta es mi botella … y tengo todo el derecho de venir a beber un poco de mi vino preferido a la hora que me parezca mejor … si quiero intimidad … la busco … --- bebió un poco más --- y usted quién es?
--- Yo soy el vigilante responsable del local. Me podría decir su nombre, por favor, confirmaré en mi lista si, realmente, puede usted estar aquí.
--- Muy bien … mi nombre es Francisco del Prado … puede que en esa su lista aparezca como Paco Prado.
De nuevo le dio la espalda y siguió bebiendo.
El enfado de Juan iba a más … lo más rápido que pudo corrió con sus dedos todos los nombres de la larga lista … no lo encontró … ni como Francisco, ni como Paco.
Levantó los ojos y de nuevo se dirigió al hombre …
--- Mire usted, caballero … … … --- pero el hombre ya no estaba … Juan estaba solo en la caseta.
De nuevo confirmó el cierre del toldo para llegar a la conclusión, que todo estaba correcto …
Entonces … se preguntaba … como había entrado y salido aquel hombre ?! …
Juan ni se daba cuenta que estaba hablando solo.
--- Con que tenemos por aquí un listillo … pues vas a ver lo que tendrás esperándote mañana … ya te diré …
Cuando Juan volvió a su trabajo, llevaba planes en su cabeza. Estaba preparado para aquel intruso.
Esa tarde entre las muchas personas que estaban en la caseta, se encontraba ahí D. José Villena, presidente de la cofradía.
Fue él quien buscó a Juan.
--- Hola Juan. Qué tal va todo?!
--- Bien, D. José. --- de repente le pareció buena idea compartir con aquél, que en el fondo era su jefe, la anécdota de las últimas dos noches.
El presidente le escuchó con toda la atención … no evitó una media sonrisa …
--- Tienes razón, Juan. Tenemos un listito … y con un gusto exquisito … no le sirve un vaso de manzanilla como a cualquiera de nosotros … se va por el más fino …
--- Verdad que sí … pero deja siempre la mitad en el vaso.
--- Hay cada uno … y te ha dicho su nombre?
--- Pues sí … me dijo que se llamaba Francisco del Prado, pero que posiblemente encontraría su nombre como Paco Prado.
La verdad es que ninguno de los nombres forman parte de la lista que usted me dio.
A D. José se le heló la sonrisa.
--- Perdona … que nombre te ha dicho él?
--- Francisco del Prado.
--- Imposible.
--- No tengo dudas, D. José.
--- Espere aquí.
El presidente se abrió paso entre la multitud y se dirigió a un rincón de la pared donde sacó una foto que estaba colgada.
Volvió junto a Juan.
--- Juan … mire esta foto … reconoce a alguien?
En la foto estaban tres hombres. La mirada de Juan se abrió cuando se dio cuenta que uno de ellos tenía una chaqueta corta, un sombrero cordobés … y un clavel rojo en el bolsillo de la chaqueta.
--- Este es, D. José. Veo que a final no me mentía … pero … su nombre no consta de la lista que usted me dio para confirmar las presencias … voy a por ella en un momento …
--- No... Juan … no vale la pena … --- D. José. estaba blanco y parecía no sentirse muy bien.
--- Qué pasa D. José.?!!! Se siente usted bien … mire hay una silla libre aquí mismo … siéntese un poco … quiere un vaso con agua?
--- Sí … por favor …
--- Al final qué pasa? Conoce a este hombre?
--- Claro que sí, Juan … pero no va usted a encontrar su nombre en esa lista.
--- Y si vuelve esta noche … qué hago?
--- No … Juan … Paco no volverá esta noche … ni nunca …
--- No comprendo!
---Juan … Paco fue, efectivamente, uno de los fundadores de esta cofradía y de esta caseta. Hace cinco años, una noche, después de cerrar la caseta, aún usted no estaba por aquí, tuvo un accidente a camino de casa. Solo al día siguiente supimos que se había muerto en ese accidente. Está muerto Juan … no puede venir aquí … no volverá jamas …
A Juan le costaba comprender. El hombre estaba muerto? Pero eso no tenía sentido. Y el vaso? Y había hablado con él …
--- Perdone D. José. Con todo el respecto del mundo … pero el hombre con quien he hablado estaba perfectamente vivo.
--- Juan … imposible … a no ser que tengamos un impostor.
--- Qué hago esta noche si vuelve?
--- Mire, Juan. Esta noche cerraré con usted … y si viene, yo hablaré con él.
Esa noche, D. José. esperó que todos saliesen y ayudó a Juan a cerrar todo.
A las 5h, el hombre aún no había venido.
--- Qué calor hace aquí, Juan. Porque no llevamos dos sillas y nos sentamos fuera … no podrá entrar sin pasar por nosotros.
--- Como usted diga, D. José.
Fuera estuvieron hablando de cosas sin importancia … las horas fueron pasando … el sol salía ya …
--- Bueno Juan … parece que esta noche no ha venido.
Entró para que cogiese el sombrero que dejó dentro.
--- Juan! Ven aquí! Rápido!
Juan, que se quedó sentado se levantó de golpe y entro rápidamente.
--- Qué pasa D. José.?!
El presidente, sin articular palabra, apuntaba con el brazo estirado la barra de la caseta.
Ahí Juan encontró un vaso medio lleno de vino.
--- Ha estado aquí. Pero … imposible … tenía que haber pasado por nosotros.
Pero el vaso no estaba solo … a su lado … ya medio seco … estaba un clavel rojo.
Esta historia es de las más contadas por las gentes de Sevilla, amantes de la Feria de Abril.
Es una historia reciente, de finales de los años 90 y los testigos están aún vivos. Por eso, todos los nombres fueron inventados para proteger una privacidad que no soy yo quien va a molestar.
Os dejo el enlace que ha sido una de las bases para esta mi dramatización, del puño de mi amigo José Manuel Garcia Batista.
http://revistavocesdelmisterio.wordpress.com/2013/04/18/8402/
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