este blog pasa a ser belingue
El
sol empezaba a inundar de luz la amplia habitación. En su cama,
Imelda estiró el brazo, confirmando que su marido todavía se
encontraba ahí.
Giró
su cuerpo de modo que así quedaba más cerca de él … Fernando
despertó y la abrazó.
---
Buenos días!
---
Hola cariño … estás despierto?
---
Qué te parece?
Olió
el pelo de su esposa … siempre olía bien … las manos acariciaron
su cuerpo … estaba desnuda … apartó las mantas … le encantaba
mirar su cuerpo … sus largas piernas … sus senos firmes …
---
No me canso de mirarte --- ella le sonrió --- sus manos, como
siempre pararon en un punto concreto … un poco abajo del seno
izquierdo … un lunar que le encantaba …
---
Solo dos personas saben de la existencia de ese lunar, cariño … lo
sabes?
---
Y quien son?
---
Mi madre …
---
Y … … …
---
Y tú … tonto!
Se
abrazaron … y todo empezó …
Media
hora más tarde, Imelda estaba sentada delante de su tocador,
arreglándose el pelo …
Fernando,
en el otro lado de la habitación, se vestía para salir.
---
No sé que va a ser de ti cuando me muera …
---
Y eso porqué?! Estás pensando morir pronto? --- contestó ella
sonriendo.
---
Buenoooo!!! pero no te preocupes … si alguna vez me pasa algo, todas nuestras deudas
ya están pagadas.
Este
era el diálogo de, prácticamente todos los días … Imelda ya se
lo tomaba a broma y terminaban riendo los dos.
Fernando
era un hombre de negocios … verdaderamente ni ella sabía
concretamente qué tipo de negócios … salía todos los días por
la mañana y volvía al final del día.
Imelda
no hacía preguntas … la trataba muy bien … y eso era lo más
importante …
Aquella
tarde, su marido volvió más pronto, para su alegría.
---
Qué bien! Hoy puedo disfrutar más tiempo de la atención de mi
marido …
---
Verdad que sí, cariño --- le dio un beso en la frente.
Se
sentaron los dos en el patio, disfrutando de la luz de aquella tarde
de mayo.
---
Cariño … --- su tono era serio --- tengo que hablar contigo.
Imelda
lo miró, igualmente seria …
---
Dime, Fernando.
---
Mañana por la mañana salgo de viaje de trabajo.
---
Donde vas de esta vez?
---
Zona de Barcelona …
Imelda
ya estaba acostumbrada a los viajes de su marido lo que pasaba el
mínimo una vez por mes.
---
Y esta vez por cuanto tiempo?
---
No tengo ni idea, cariño … una … dos semanas …
---
Te esperaré, querido marido.
---
Lo sé … adorada esposa … quiero que te quedes tranquila … ya
sabes … si algo me pasa … todas nuestras deudas están pagadas.
Ella
lo miró …esta vez no se río como hacía siempre que lo escuchaba
decir aquello.
Él
se levantó y, acercándose, la abrazo por detrás besándole el pelo
…
---
Voy a preparar algo para beber … también quieres?
---
No gracias … pero te hago compañía …
El
final del día fue más silencioso de lo normal.
Antes
de irse a la cama, Imelda preparó la maleta del costumbre.
Fernando
salió pronto, tenía que tomar el tren.
Las
dos semanas siguientes, Imelda las pasó entre recibir sus amigas y
salir con ellas por la tarde. Le encantaba pasear por aquellas
calles.
La
calle Relator, donde vivía, estaba encastada en pleno casco
histórico de Sevilla, y se podía oler historia antigua en pleno
inicio del siglo XX.
No
recibió una única carta de Fernando, pero eso no la preocupaba …
a su marido no le iba el escribir … siempre le pedía que lo
hiciese … pero nada …
Al
final de la segunda semana Imelda empezó a quedarse intranquila.
Todas
las noches se quedaba despierta hasta tarde con la esperanza de
sentir abrirse la puerta de casa … pero el tiempo iba pasando …
A
la mitad de la tercera semana pidió a una amiga suya que la
acompañase a la comisaria de policía y ahí presentó una denuncia
de desaparición …
Muy
simpáticamente los policías de servicio prometieron entrar en
contacto con sus compañeros de Barcelona y hacer todo el posible por
encontrarle …
Una
tarde, Imelda cuidaba de las plantas de su patio interior cuando
escuchó que llamaban a la puerta de su casa.
Su
corazón le saltó del pecho … corrió los metros que la separaban
de la puerta.
Cuando
la abrió se encontró con dos hombres uniformizados.
---
Buenas tardes señora.
---
Buenas tardes.
---
La señora ha acusado la desaparición de su marido hace unos dos
meses … verdad?
---
Si … lo encontraron ?!!!!!
---
Aún no lo sabemos … las informaciones que tenemos es que, muy
posiblemente habrá fallecido.
---
Dioosss.
---
Hubo un incendio en el hotel donde se supone estaba D. Fernando
Martinez Morales … han muerto varias personas y tenemos un cuerpo
que no ha sido, todavía, identificado.
---
Cuando puedo verlo?
---
Lo mandamos transportar … llega a Sevilla mañana por la tarde …
nos gustaría que fuese a nuestro deposito, mañana …
puede ser por las 6h de la tarde?
Imelda
estaba impactada con aquella información … le llevó un par de
minutos poder contestar …
---
Claro … seis de la tarde … ahí estaré …
---
Lamentamos traerle tan malas noticias.
Educadamente
inclinaron la cabeza y se retiraron dejando Imelda mirando la calle
vacía … Fernando muerto … y ahora … que sería de ella?
Cerró
la puerta y volvió al patio … se sentó en la silla donde estuvo
con su marido el último día antes de su partida … dio libertad a
sus lágrimas …
Puntual,
como le gustaba ser, a las seis en punto. Imelda y Rosa, su mejor
amiga, entraron en la comisaria.
Unos
minutos más tarde las llevaron a una sala amplia, la planta baja …
en medio una camilla, un cuerpo estaba cubierto por una sabana
blanca.
---
Señoras, debo infórmalas que lo que irán ver no es nada agradable
… esta persona murió en un incendio … ardió completamente …
está casi irreconocible … si algún detalle le permite
identificarlo como su marido cerraremos el caso … sino … volverá
de donde ha venido … estan preparadas ?
Las
dos mujeres hicieron un movimiento afirmativo con la cabeza.
El
policía quitó entonces la sabana.
La
verdad es que no estaban preparadas para lo que estaban viendo.
No
era más que un trozo negro … dificilmente se percibía que había
allí una persona … o lo que restaba de ella …
---
Qué te parece Imel?
---
La verdad es que no lo sé, Rosa …
---
Mira amiga mía … si fuese tú decía que sí …
---
Y si no es él?
---
Imelda, pasaron casi tres meses desde que se fue … si no es él
tampoco estará pensando en volver … líbrate de este tema de una
vez …
Imelda
comprendió lo que le decía su amiga … pero tenía que estar
segura …
Dio
la vuelta a la camilla … en lo que se vía que había sido una mano
estaba algo que brillaba en medio de tanto negro …
---
Ese anillo … Fernando usaba un anillo … en el mismo dedo …
---
Es él, Imel … seguro … sé rápida, por favor … este sitio me
pone los pelos de punta …
Imelda
se acercó un poco más … aquel anillo … sí … algo le decía
que era el anillo de su marido … y si el anillo era el suyo … el
cuerpo también lo sería …
Volvieron
al piso de arriba donde estaban los policías.
---
Qué le ha parecido señora?
---
Sí. Es él. Es mi marido.
---
Muy bien. Voy por los papeles para que me ponga una firma.
Al
volver a casa Imelda se sentía tranquila.
---
Estás triste, Imel?
---
Sí … pero ahora no hay más tiempo de espera … ni mirar a la
puerta … horas a la ventana … se acabó, Rosa.
Su
amiga le pasó el brazo por los hombros.
---
Me ayudas a preparar el funeral?
---
Claro que sí … somos amigas, no? Hoy por ti … mañana por mi …
Al
funeral comparecieron pocas personas … solos amigos más llegados,
principalmente del lado de Imelda.
Las
semanas fueron pasando y Imelda se fue acostumbrando a su situación
de viuda … todos los días por la mañana, al despertar, estiraba
el brazo buscando Fernando … pero de pronto se daba cuenta de la
realidad de la situación …
Los
jueves, después de la comida, recibía a sus amigas … lo que
llamaban de … reunión de mujeres …
Para
aquel jueves hizo un pastel de limón y canela … quería sorprender
a sus amigas …
Llegaron
poco a poco … Rosa se hacía acompañar por una chica que ella no
conocía …
---
Imelda … esta es Irene, una vecina mía … hoy estará con
nosotras … ya te explicaré por que la he invitado.
---
Bienvenida Irene …
Preparó
la mesa con su pastel y agua caliente para hacer el té.
---
Mira Imelda. Irene ha traído una cosa que puede ser interesante.
De
un pequeño bolso que traía, Irene sacó una caja.
---
Y eso que es?
---
Conoces el tarot?
---
Las cartas?
---
Sí! Irene sabe echar las cartas … puede que te digan algo de
Fernando.
---
Fernando está muerto y enterrado … que me podrán decir?
---
Dicen que los muertos pueden hablar através de las cartas …
Imelda
no mostró demasiado entusiasmo … pero … al menos serviría para
pasar el tiempo.
Irene
fue moviendo las cartas entre las dos manos … le pidió que
dividiese el montón al medio y empezó a disponerlas por encima de
la mesa …
---
Veo aquí que tu marido esta bién … --- Imelda se mantuvo en
silencio … --- donde está sigue haciendo lo que más le gusta …
---
Y que es? --- no resistió a preguntar.
---
Veo aquí que esta jugando ... al billar …
---
ah! Interesante …
---
Lo veo con un bonito traje oscuro y unos zapatos marrones …
impolutos …
Imelda
no hizo más preguntas … cuando, al final de la tarde, se
retiraron, llamó a Rosa …
---
Puedo hablar contigo … en privado?
---
Claro … niñas … acompañáis a Irene a casa …?!!!
Viendo
la afirmación de las demás cerró la puerta quedando frente a
frente con Imelda.
---
Rosa … eres mi mejor amiga … y sé que lo haces con la mejor de las
intenciones … pero … no vuelvas a hacerme esto …
---
No te ha gustado?!!!
---
A ver … Rosa … primero … no creo en estas cosas … después …
puedo no saber nada de tarot … pero conocí muy bien a Fernando …
---
No comprendo …
---
Fernando odiaba el billar …
---
Vale … se equivocó en eso …
---
No fue el único engaño … Rosa … --- miró a su amiga a los ojos
… --- Fernando solo usaba zapatos negros … jamás le he visto
unos de color marrón … no le gustaban …
---
Ok, Imelda … no volveré a traer Irene … por favor no te enfades
…
Imelda
la abrazó …
---
Tonta … somos amigas … no me enfado contigo …
( continuará )
TODAS AS DIVIDAS ESTÃO PAGAS ...
O
sol começava a inundar de luz o amplio quarto. Na sua cama, Imelda
esticou o brazo confirmando que o seu marido ainda se encontrava aí.
Rodou
o corpo de maneira a ficar mais perto dele … Fernando despertou e
abraçou-a.
---
Bons dias!
---
Olá querido … estás acordado?
---
Que te parece?!
Cheirou
o cabelo da sua esposa … sempre cheirava bem … as mãos
acariciaram o seu corpo … estava nua … afastou os cobertores …
gostava muito de ver o seu corpo … as suas pernas compridas … os
seios firmes …
---
Não me canso de olhar para ti --- ela sorriu … as suas mãos, como
sempre, pararam num ponto concrecto … un pouco abaixo do seio
esquerdo … un sinal de nascença … encantava-o …
---
Só duas pessoas sabem da existencia de esse sinal … sabias?
---
E quem são?
---
A minha mãe …
---
E … … …
---
E tu … tonto!
Abraçaram-se
… e tudo começou.
Meia
hora mais tarde, Imelda estava sentada diante do seu tocador,
penteando-se …
Fernando,
do outro lado do quarto vestia-se para sair.
---
Não sei o que irá ser de ti quando eu morra …
---
E isso porquê?! Estás a pensar morrer brevemente? --- respondeu ela
sorrindo.
---
Bem !!! ... mas não te preocupes … se alguma vez me passa algo, todas as nossa
dividas estão pagas.
Este
era o diálogo de, praticamente, todos os dias … Imelda tomava-o
como uma anedota e acabavam os dois rindo-se.
Fernando
era um homem de negócios … verdadeiramente nem ela sabia que tipo
de negocios … saía sempre pela manhã e voltava ao final do
dia.
Imelda
não fazia preguntas … tratava-a muito bem … e isso era o mais
importante.
Aquela
tarde, o seu marido voltou mais cedo, para sua alegria.
---
Que bom! Hoje posso disfrutar mais tempo da atenção do meu marido …
---
É verdade que si, querida. --- deu-lhe um beijo na testa.
Sentaram-se
os dois no pátio, gozando da luz daquela tarde de Maio.
---
Querida … --- o seu tom era sério --- tenho que falar contigo.
Imelda
olhou-o, também séria …
---
Diz-me, Fernando.
---
Amanhã pela manhã saio de viagem de trabalho.
--- Aonde vais desta vez?
---
Zona de Barcelona …
Imelda
já esta acostumada às viagens do seu marido, o que acontecia, no
minimo, uma vez ao mês.
---
E desta vez … por quanto tempo?
---
Não tenha nem ideia, querida … uma … duas semanas …
---
Esperar-te-ei, querido marido.
---
Bem sei … adorada esposa … quero que fiques tranquila … já
sabes … se me passa algo … todas as nossas dividas estão pagas.
Ela
olhou-o … desta vez não sorriu como sempre fazia quando ouvia dizer aquilo.
Ele
levantou-se e, aproximando-se abraçou-a por detrás beijando-lhe o
cabelo.
---
Vou preparar algo para beber … também queres, querida?
---
Não … obrigada … mas faço-te companhia …
O
final do dia foi mais silencioso que o normal.
Antes
de deitar-se, Imelda preparou a mala do costume.
Fernando
saíu muito cedo … tinha que apanhar o comboio.
As
duas semanas seguintes, Imelda passou-as a receber as suas amigas e a
sair com elas pelas tardes.
A
rua Relator, onde vivia, estava encastrada em plena zona histórica
de Sevilla, e podia cheirar-se a historia antiga em pleno principio
do seculo XX.
Não
recebeu uma única carta de Fernando, mas isso não a preocupava …
ao seu marido não lhe gostava escrever … siempre pedia que o
fizesse … mas nada …
No
final da segunda semana, Imelda começou a intranquilizar-se.
Todas
as noites ficava acordada até tarde com a esperança de sentir a
porta de casa abrir-se … mas o tempo ia passando …
Na
metade da terceira semana pediu a uma amiga sua que a acompanhasse à
esquadra de policia e aí apresentou uma denuncia por desaparecimento
…
Muito
simpaticamente os policias de serviço prometeram entrar em contacto
com os seus companheiros de Barcelona e fazer todo o possivel por
encontrar-lo.
Uma
tarde, Imelda cuidava das plantas do seu patio interior quando ouviu que chamavam à porta de sua casa.
O coração saltou-lhe no peito … correu os metros que a
separavam da porta.
Quando
a abriu encontrou dois homens uniformizados.
---
Boas tardes, senhora.
---
Boas tardes.
---
A senhora acusou o desaparecimento do seu marido, há uns dois meses
… é verdade?
---
Sim. Encontraram-no ?!!!
---
Ainda não sabemos … as informações que temos são que,
possivelmente, haverá falecido.
---
Meu Deus!
---
Houve um incendio no hotel em que se supõe estava D. Fernando
Martinez Morales … morreram várias pessoas … e temos um corpo
que não foi, ainda, identificado.
---
Quando posso vê-lo?
---
Mandámo-lo transportar … chega a Sevilla amanhã pela tarde …
gostariamos que fosse ao nosso depósito de cadáveres…
pode ser pelas 6h da tarde?
Imelda
estava impactada com aquela informação … levou um par de minutos
a responder …
---
Claro … seis da tarde … aí estarei …
---
Lamentamos trazer-lhe más noticias.
Educadamente
inclinaram a cabeza e retiraram-se deixando Imelda olhando a rua
deserta … Fernando morto … e agora … que seria dela?
Fechou
a porta e voltou ao pátio … sentou-se na cadeira donde estivera o
seu marido o ultimo dia antes da sua partida … soltou as suas
lágrimas …
Pontual,
como lhe gostava ser, às seis em ponto, Imelda e Rosa, a sua melhor
amiga, entraram na esquadra.
Uns
minutos mais tarde levaram-nas a uma grande sala, no andar de baixo …
no meio uma maca com um corpo que estava coberto por um lençol
branco.
---
Senhoras, devo informá-las de que o que irão ver não é nada
agradável … esta pessoa morreu num incendio … ardeu
completamente … esta quase irreconhecivel … se algum detalhe a
permite identificarlo como sendo o seu marido fecharemos o caso …
se não … voltará de donde veio … estão preparadas?
As
duas mulheres fizeram um movimento afirmativo com a cabeça.
Então,
o policia, tirou o lençol.
A
verdade é que não estavam preparadas para o que estavam vendo.
Não
era mais que um tronco negro … dificilmente se percebia que havia
ali uma pessoa … ou o que restava dela …
---
Que te parece, Imel?
---
A verdade é não sei, Rosa …
---
Olha, amiga minha … eu, se fosse a ti dizia que si …
---
E se não é ele?
---
Imelda, pasaram quase tres meses desde que se foi … se não é ele
igual não estará pensando em voltar … livra-te de este tema de
uma vez …
Imelda
comprendeu o que lhe dizia a sua amiga … mas tinha que ter a
certeza …
Deu
a volta à maca .. no que se via que fora uma mão algo brilhava no
meio de tanto negro …
---
Esse anel … Fernando usava um anel … nesse mesmo dedo …
---
É ele, Imelda … seguramente … sé rapida, por favor … este
sitio me põe os cabelos em pé …
Imelda
aproximou-se um pouco mais … aquele anel … sim … algo lhe dizia
que era o anel do seu marido … e se o anel era o seu … o corpo
também o seria …
Voltaram
ao andar de cima, onde estavam os policias.
---
Que lhe pareceu, senhora?
---
Sim. É ele. É o meu marido.
---
Muito bem. Vou buscar os papeis para que assine.
Ao
voltar a casa, Imelda sentia-se tranquila.
---
Estás triste, Imel?
---
Sim … mas agora não haverá mais tempo de espera … nem olhar a
porta … horas à janela … acabou-se, Rosa.
A
sua amiga passou-lhe o brazo pelos ombros.
---
Ajudas-me a preparar o funeral?
---
Claro que sim … somos amigas, não? Hoje por ti … amanhã por mim
…
Ao
funeral compareceram poucas pessoas … só amigos mais chegados,
principalmente do lado de Imelda.
As
semanas foram passando e Imelda foi-se acostumando à sua situação
de viuva … todos os dias pela manhã, ao acordar, estendia o braço
procurando Fernando … mas logo se dava conta da realidade da
situação.
Às
quintas-feiras, depois da comida, recebia as suas amigas .. ao que
chamavam de … reunião de mulheres …
Para
aquela quinta-feira fez um bolo de limão e canela … queria
sorpreender as suas amigas …
Chegaram
pouco a pouco … Rosa fazia-se acompanhar por uma rapariga que ela
não conhecia …
---
Imelda … esta é Irene, uma vizinha minha … hoje estará connosco
… já te explicarei porque a convidei.
---
Benvinda, Irene …
Preparou
a mesa, com o seu bolo, e água quente para fazer o chá.
---
Olha, Imelda. Irene trouxe uma coisa que pode ser interessante.
De
um pequeno saco que trazia, Irene tirou uma caixa.
---
E isso o que é?
---
Conheces o tarot?
---
As cartas?
---
Sim! Irene sabe deitar as cartas … pode que te digam algo de
Fernando.
---
Fernando está morto e enterrado … que mais poderiam dizer?
---
Dizen que os mortos podem falar atraves das cartas …
Imelda
não mostrou demasiado entusiasmo … mas … ao menos serviria para
passar o tempo.
Irene
foi movendo as cartas entre as duas mãos … pediu-lhe que cortasse
ao meio e começou a dispo-las por cima da mesa.
--- Vejo
aqui que o seu marido está bem … --- Imelda manteve-se em
silencio --- donde está, continua a fazer o que mais gosta …
---
E o que é?! --- não resistiu a preguntar.
---
Vejo aqui que esta jugando … ao bilhar …
---
Ah! Que interessante …
---
Vejo-o com um bonito fato escuro e uns sapatos castanhos …
impolutos …
Imelda
no fez mais preguntas … quando ao final da tarde se retiraram,
chamou Rosa …
---
Posso falar contigo … em privado?
---
Claro … meninas … acompanhais Irene a sua casa...?!!!
Vendo
a afirmação das demais fechou a porta ficando frente a frente com
Imelda.
---
Rosa … es a minha melhor amiga … e sei que o fazes com a melhor
das intenções … mas … não voltes a fazer-me isto …
---
Não gostaste?!
---
A ver … Rosa … primeiro … não creio nestas coisas … depois …
posso não saber nada de tarot … mas conheci muito bem Fernando …
---
Não compreendo …
---
Fernando odiava o bilhar …
---
Vale … enganou-se nisso …
---
Não foi o unico engano … Rosa … --- olhou a sua amiga nos
olhos...--- Fernando só usava sapatos pretos … jamais o vi
calçar-se uns castanhos … não gostava dessa cor …
---
Ok. Imelda … não voltarei a trazer Irene … por favor não te
zangues …
Imelda
abraçou-a …
---
Tonta … somos amigas … não me zango contigo …
( continua ...)
blog asesorado por LAURA GG
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