jueves, 21 de febrero de 2013

... EL NAZARENITO ... final ...






       La idea no le abandonó un solo momento en los meses siguientes.

    Durante horas paseó por los pasillos interiores del convento, siempre acompañado de su vara, que secretamente consideraba mágica …

     Sin que se enterase, la madre superiora lo observaba desde la planta de arriba… un día y otro … hasta que una tarde …

       --- Tomasín !

       Levantó los ojos en dirección de la mirada.

       --- Sí, señora.

       --- Sube, quiero hablarte.

       Obediente, el niño corrió por las escaleras.

       --- Aquí estoy, señora.

       --- Ven, entra en mi despacho.

      Era una pequeña habitación con una mesa y una silla de cada lado.

      --- Siéntate.

     Tomasín estaba intrigado … que querria la madre superiora?

 

 

 

 

 

     --- Que te pasa, hijo mío?

     --- Perdone … no se de qué habla …

    --- Te observo hace unas semanas … pasas tu tiempo libre en el jardín, caminando de un lado al otro … mirada perdida … y siempre con eso … en la mano …

      Avergonzado intentó esconder la vara …

      --- Tranquilo, Tomasín … no es prohibido tener una vara …

    Respiró aliviado … por un momento pensó que le iba a confiscar su vara mágica …

    --- Anda … puedes contarme … que te pasa … sabes que me preocupo contigo …

      --- Tengo un deseo … pero no sé cómo conseguirlo …

      --- Cuéntame … intentaré ayudarte …

     --- No puede …

     --- Anda … cuéntame …

    --- Me gustaría mucho salir en el paso de la cofradía de los Gitanos … me encantaría vestirme de blanco y acompañar a la virgen …

     La madre superiora estaba sorprendida …

 

 

 

 

     Tomasín hacía girar varias veces la varita entre sus dedos …

    --- Pero ya me han dicho que aún me faltan muchos años para que pueda hacerlo.

     --- Pues … la verdad es que sí … --- se acercó un poco más a él --- y donde te vienen esas ganas tuyas?

    --- La he visto pasar, el otro día … entonces comprendí que era eso lo que más quería …

    La madre lo dejó salir del despacho y Tomasín continuó caminando por el jardín … aún era pronto para la cena.

 

 

 

 


      Su vida no tuvo muchas alteraciones en los días que se siguieran … pero no perdió la oportunidad de acercarse al coro de la iglesia para observar con más detalle la piedra con el nombre grabado … Francisco García Tejero … y pensar que estaba sepultado ahí mismo …

      Unas semanas más tarde la madre superiora le mandó llamar de nuevo a su despacho.

       --- Hijo mío … tengo buenas noticias para ti.

       --- De que me habla, señora?

      --- He hablado con la cofradía … harán una excepción … el próximo año te dejarán ir con ellos … diciendo esto abrió ambos los brazos esperando una manifestación de alegría por su parte.

      Pero Tomasín quedó inmóvil … mirándola … casi se podría decir que con un poco de tristeza …

       --- Qué te pasa? No estás feliz con lo que te he dicho?

       --- Si … --- pero una lágrima broto de sus ojos.

       La madre se arrodilló para quedar a su altura …

       --- Me dices que te pasa?

      Después de unos momentos de silencio, el niño consiguió hablar …

     --- No tengo túnica, ni cinturón … ni nada … no podré ir … --- rompió en llanto …

      La madre le abrazó.

      --- Tranquilo, Tomasín … lo solucionaremos …

      --- Cómo?!!!

      --- Verás … y si hablamos con la madre Concepción? Es ella quién trata de las vestimentas de todo el mundo … puede que pueda hacer un traje de la cofradía … quieres que vayamos hablar con ella?

      La expresión del niño cambió … ahora sí … creía que era posible cumplir su sueño …

 

 

 

 

     Al día siguiente hablaron con la madre costurera que de pronto se mostró ilusionada con la idea de vestir a Tomasín de acuerdo con las normas de la cofradía.

    El tiempo fue pasando … el niño contaba los días que faltaban para la Semana Santa.

    Ese año la navidad tuvo otro color y el fin de año más ilusión.

 

 

 

 

     Una mañana de primavera se hizo notar un lugar vacío en la mesa del desayuno … alguien faltaba …

     La madre superiora notó el espacio libre … faltaba Tomasín … y eso era muy raro … Tomasín era de los más puntuales de todo el convento.

     Sin hacer comentarios la buena mujer terminó de comer y se acercó a la habitación del niño.

      Abrió la puerta … Tomasín esta acostado …

      --- Tomasín … hijo mío … te has dormido?

    El niño la miró pero no contestó. Ella se acercó y le puso la mano abierta sobre la frente … Diosss … quemaba …

     --- Hijo mío … qué tienes?

     --- Frío … mucho frío …

     --- Estas enfermo querido mio … mandaré llamar el doctor de inmediato.

    Salió con paso apresurado.

    Cerca de dos horas después el médico auscultaba el niño atentamente.

    --- Qué le parece doctor?

   --- Es grave … neumónia avanzada … puede que se recupere en las próximas 48 horas … o … … no …

    Todos se quedaron en silencio. La Madre Concepción estaba presente y se acercó a la cama de Tomasín.

      --- Te pondrás bueno, hijo mio …

     El niño la miró e intentó sonreír …

     --- Estoy … bien … …

   --- Tienes que ponerte bueno … ya terminé tu traje para el paso de los Gitanos … quieres verlo?

     Los ojos de Tomasín se abrieron de alegría …

     --- De verdad? Qué bueno … puedes traérmelo?

     La Madre Concepción miró a la superiora … esta, con la cabeza, dijo que si.

     --- Te lo traeré mañana, vale?

     --- Vale … muchas gracias …

   Al día siguiente se reunieron unas cuatro monjas en la habitación de Tomasín. La Madre Concepción entró triunfal con el traje en la mano … El niño se sentó en la cama …

      Miraba la túnica blanca, impoluta, con verdadera devoción …

      --- Ahora sí … está todo … me pondré bueno … ya podré ir con ellos …

 








 

      En un día de lluvia, la Madre Superiora cerraba la puerta de su habitación … era hora de cenar … y se dirigía al refectorio cuando el silencio del convento fue rasgado por un grito estridente.

     Se quedó petrificada. Después de algunos segundos de silencio un nuevo grito se hizo escuchar …

      Venía de la planta baja … aceleró el paso y caminó en dirección del sonido.

     Fue así que llegó a la habitación de Tomasín. Una monja arrodillada al lado de su cama rezaba … el niño parecía dormir …

      Le llevó un par de segundos a comprender … no podía ser … no era posible …

     Le tomó por el pulso, le puso dos dedos sobre su yugular … no había duda … Tomasín había muerto.

   Se arrodilló al lado de la otra hermana … rezaría por su alma … normalmente no permitía que nadie se enterase de sus sentimientos … pero no pudo retener sus lágrimas … quería a Tomasín como si de su propio hijo se tratase … era un duro golpe …

 

 

 

 

 

      Todo el barrio de San Marcos se enteró de la historia de Tomasín.

    Su funeral estuvo repleto de gente … muchos fueron los que quisieron acompañarle en su último viaje … vestido con su traje de cofradía que no había podido estrenar…

      Después … la Madre superiora subió a su habitación … y cerró la puerta … con llave, cosa que jamas hacía por norma.

      Encima de su cama estaba la varita del niño …

      Guardó la varita en el cajón de su mesita de noche. 

 

 

 

      Ese año la lluvia dio una tregua en el Sábado Santo.

    Inicialmente en riesgo de no salir, la procesión de la cofradía de los  Gitanos y de los nazarenos de la Virgen de las Angustias pasó por la puerta del convento. Por detrás de la ventana de su despacho, la Madre Superiora y la Madre Concepción la vieran pasar y lloraban, acordándose de Tomasín.

      Un de los últimos hermanos del paso miró hacia atrás y se dio cuenta de un bulto que los seguía a unos veinte metros.

      Pasado unos minutos volvió a mirar … era un hermano, trajeado de rigor, como ellos … pero parecía ser muy bajito …

     Volvió a mirar … ahora lo veía más claramente … era un niño … un niño vestido de su cofradía …

     Decidió pararse y esperarlo … ver quién era …

     Pero el niño también se paró.

     Caminó en su dirección … pero el niño le dio la espalda y empezó a correr.

    El corrió también … el niño dejó caer algo … pero no detuvo su carrera … dobló la esquina del convento cuando el hermano ya casi lo tenía a su alcance … pero al doblar la esquina … no había nadie … imposible … no podría desaparecer así … y ahí no había ninguna puerta … miró el suelo buscando lo que le había caído … un pequeña varita …

      Del convento salió la Madre Superiora …

      --- Qué le ha pasado?

     --- Buenas tardes Madre … un niño … lo he visto … nos seguía … intenté hablar con él … pero huyo … y … desapareció …

     --- Lo estaba viendo desde la ventana del convento … lo he visto correr a usted … pero no he visto ninguno niño …

     --- Pero juro que estaba allí … mire --- le dio la varita --- se le cayó esto …

Temblando, la Madre Superiora cogió la varita … no podía ser …

    --- Bueno … Madre … debo seguir a mi paso …

   Salió aceleradamente. Ella se quedó allí … inmóvil … mirando la varita … después rápidamente entró y se fue a su habitación …

    Su primera acción fue abrir el cajón de su mesita de noche … la varita no estaba … y era en todo idéntica a la que tenía en su mano …

    Un grito seco se le quedó en la garganta … no podía ser …

    Se sentó en su cama … sentía fuertemente la presencia del niño … no estaba nerviosa sino tranquila … feliz … en su cabeza escuchó la voz siempre fresca de Tomasín:

     “--- Gracias … finalmente he cumplido mi deseo.”

 

 

base de consulta:

 http://sevillamisteriosyleyendas.blogspot.com.es/

 

 

 

 

 

      Esta es un leyenda que se escucha por las calles de Sevilla, en boca de gente a quien los años han dado mucha experiencia de vida …

     El convento de Santa Isabel aún existe en el numero 2 de la calle Hiniesta, dando su portal hacía la Plaza del mismo nombre.

       Del primer edificio de este convento sólo se conservan un patio con pilares octavados de factura mudéjar y una fuente renacentista realizada en mármol.

       La historia de la cofradía también es real …

    La actual hermandad es el resultado de la fusión en 1975 de la Hermandad Sacramental de la parroquia de San Román con la cofradía de nazarenos del Cristo de la Salud y la Virgen de las Angustias.

      Ésta había recorrido previamente varios templos de la ciudad.

    Fue fundada en 1753, en el trianero convento del Espíritu Santo, por Sebastián Miguel de Varas y otras personas de etnia gitana, pero no llegó a realizar desde allí su salida procesional, pues este mismo año es trasladada al Pópulo, donde destacó en su labor de ayuda en las sacramentaciones que se hacían en los extramuros de la ciudad.

      En el siglo XIX, con la desamortización y cierre de este convento pasó a San Esteban en 1837, y obtuvo el título de real tras ser recibido como hermano el rey Fernando VII de España.

     En 1860 su sede canónica se trasladó a San Nicolás, y finalmente a San Román en 1880, donde el incendio, el 18 de julio de 1936, destruyó todas las posesiones de la hermandad. En 1937 hizo estación de penitencia sólo con el paso de la Virgen de las Angustias

       Tras permanecer varios años en Santa Catalina, vuelve otra vez a San Román en 1950, a cuya sacramental queda unida en 1975.

        En 1999 se traslada a su sede actual, la iglesia del Valle.

     El primer Lunes de Cuaresma del 2009, el Padre Jesús de la Salud presidió el XXXIV Vía Crucis del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla, frustrado por la lluvia, no llegando a salir siquiera del templo.

       Ese mismo año la Casa de Alba, que está muy vinculada a la hermandad, donó unos respiraderos con 123 Kg de plata para el paso de la Virgen, habiendo donado ya un manto. La propia duquesa de Alba formó parte de una junta de gobierno.

      A esta hermandad perteneció hasta su muerte Paco Palacios El Pali.

Dicen, algunos, que por la noche de Viernes Santo se sigue vendo un niño salir del portal del Convento de Santa Isabel … es el nazarenito.

 

 

blog asesorado por LAURA GG

 

 

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