lunes, 21 de enero de 2013

... LAGRIMAS ... DE CRISTO ...















 


        Paró de llover. Así estaba el día, alternando entre la lluvia y algún momento de sol.
        Y él aprovechaba todos los momentos.
     Sentado en el suelo, ignorando quien pasaba, moldeaba con las sucias manos la tierra mojada, como si fuese barro.
     La verdad es que iba tomando forma … se podía reconocer la figura de una mujer … los detalles impresionaban a quién pasaba y le iban dejando comentarios que él ni escuchaba …





 

       --- Pare el carro.
       Era una voz femenina, enérgica … firme …
     El niño volvió la cabeza en la dirección del sonido … un carruaje muy rico se había detenido a pocos metros de él.
       --- Eh! Niño. Acércate. --- le hablaba el cochero.
     Llevó algún tiempo a comprender que las palabras le eran dirigidas a él.
      --- Yo ?!!
      --- Sí!! Tú! La duquesa de Montepensier quiere hablarte.
Con un poco de miedo se acercó del carro cerrado. La puerta se abrió …dentro apareció la cabeza de una mujer … joven … muy guapa …
      --- Cómo te llamas?
      --- Antonio.
      --- Qué estás haciendo ahí en el suelo?
      --- Nada …
     --- Parece una mujer …
     --- Sí … pasó por aquí hace un rato …
     --- Cuantos años tienes?
     --- 12
     --- Y quién es tu padre?
    --- Manuel Susillo, vivimos aquí cerca …
    --- Y tú andas en el colegio?
    --- Si señora.
   --- Vale. Solo quería conocerte. Sigue con lo que estabas haciendo …
   La puerta se cerró y el carruaje siguió por el camino de tierra. 




 

      Unas horas más tarde cuando llegó a casa, su padre estaba muy feliz …
        --- Antonio … ha estado una señora hablando contigo?
       --- Sí, papá …
      --- Y tú qué estabas haciendo?
      --- Nada malo, papá … te lo prometo …
      --- Tranquilo, hijo mío … la duquesa mandó un mensajero.
     --- Aquí?!!!
   --- Sí.. Por lo que parece le ha gustado mucho lo que estabas haciendo … quiere costear tus estudios … quiere que seas alguien importante.



 

      Sentado en su taller de artista, en la casi completa oscuridad, Antonio pensaba en su vida.
      Con cariño recordaba aquel momento que había revolucionado todo su destino.
        Y de eso hace 27 años … cuántas cosas pasaron desde entonces.
      Al cumplir 17 años, y por indicación de la duquesa fue presentado a José de la Vega Marrugal, gran pintor que le abrió la mente a nuevas ideas y nuevas técnicas.
     No paró jamás … trabajó en París … Roma … volvió a Sevilla como alguien importante …






 

        Se acordó de Antonia, el gran amor de su vida … gruesas lágrimas le cayeron por la cara al revivir el momento en que le comunicaron su muerte … con ella perdió también a su hijo …
        Se dedicó, entonces, al trabajo …
       También se acordaba del día en que unos soldados le entraron por aquél mismo taller donde se encontraba.





 

      --- Antonio Susillo ?!!!
      --- Sí!
   --- Queda informado que mañana por la mañana le visitará su majestad, La Reina!
    Le invadieron los nervios … pero a la mañana siguiente la figura amable y dulce de la monarca lo hizo sentir muy confortable.
    Aquella visita significó más ventas, más trabajo, y, claro, más dinero.
       Dinero que ahora mismo le faltaba.







       Miró al otro lado del taller … por entre la oscuridad se erguía el Crucificado de la Misericordia …. su última obra … la que esperó ansiosamente fuese su salvación económica …





 

      Por su cabeza pasó la discusión que tuvo con María Luisa, su segunda esposa.
       Las discusiones con ella eran frecuentes … demasiado habituales …
       Sentía que ella esperaba de él una vida de alta burguesía … pero su situación económica era desesperada … sus costumbres dispendiosas tampoco ayudaban en nada.
       Aquel día decidió llamarla al taller y tener una conversación seria sobre el tema.
        Lo escuchó siempre con una media sonrisa en los labios.
       Él le mostró el Cristo que estaba acabando, y le explicó que podría estar ahí su respiro económico …
       Pero ella se ha rió y antes de salir le dejó unas frases ...
      --- Tienes que comprender que eres un perdedor y que yo no tengo la culpa de eso … estoy acostumbrada a un tipo de vida y te digo que la voy a mantener … tampoco comprendo que piensas conseguir con esa crucificado ahí … no tiene nada de especial … además tiene los pies cambiados …
      Al decir esto, cerró la puerta detrás suya.





 

        Antonio se quedó helado … qué decía ella? … los pies cambiados? … qué entendía ella de arte? … pero se fue acercando a la escultura aún no terminada…
       Entonces tomó conciencia … María Luisa tenia razón … se había confundido … un terrible error … se había equivocado con los pies del Cristo … y eso … además del desprestigio artístico que ese error acarreaba … significaba su hundimiento completo … a la fecha de aquél día, 22 de diciembre de 1896, estaba arruinado.
       En todo eso pensaba Antonio, a oscuras en su taller … mañana vendrán los de la misericordia a ver la obra que había esculpido para su iglesia … una vergüenza … no podría soportarla …





 

       --- MESTRE ANTÓNIOOOO …
       Era Joaquín Bilbao, su alumno más aplicado …
       --- Maestro Antonio … está ahí?
       De dentro del taller solo silencio.
       --- Maestro Antonio … sé que esta ahí …
     Ante de la más completa ausencia de respuesta, Joaquín decidió entrar.
       Al abrir el gran portón la luz inundó el amplio recinto …
      Al fondo estaba el Cristo … y suspendido de una soga … … ….
    --- Maestro … dios mío … socorro … ayuda … aquí … rápido … maestro … maestro …








       En el amplio salón de reuniones, contiguo al patio de los naranjos de la Catedral, D. Marcelo Spínola recién nombrado arzobispo de Sevilla escuchaba a los nobles que le habían solicitado la reunión con urgencia aquella misma tarde.
       El tema no le gustaba para nada.
       Escuchaba ya al tercer noble, y no hacían más que repetirse …
       Cuando se levantó de su suntuosa silla se hizo el silencio …
       --- Señores … señores … lo que me pedís es imposible.
     Algunos se levantaron … pero el eclesiástico hizo un movimiento enérgico impidiendo la acción y dando a comprender que ahora hablaría él … sin interrupciones …
      --- A ver … las leyes de Dios y de la Iglesia son claras … jamás tendrá lugar en un cementerio cristiano quien termine con su vida yendo contra los mandamientos …
       --- Por favor … es un caso especial …
    --- Por favor no insistan … sería un mal ejemplo por parte de la Iglesia y un precedente muy peligroso.






 

         Tres golpes se escucharon en la puerta de acceso.
D. Marcelo miró la puerta cerrada con aire de enfado …
         --- Quién osará interrumpirnos?
       La puerta se abrió totalmente y una mujer 60 años entró amparada por dos pajes...
       El arzobispo cambió de inmediato de actitud.
       --- Doña Luisa … a qué debo el honor de su visita --- substituyó a los pajes y la ayudó a sentarse.
        La infanta tenía los ojos rojos y llenos de lágrimas.
        --- Ya imaginará el favor que le vengo a pedir …
       --- Lo sé señora … pero sinceramente no sé qué hacer …
   Doña María Luisa de Borbón le entregó un papel que traía cuidadosamente enrollado en la mano. 
      --- Y esto qué es, señora?
     --- Eminencia, conozco las leyes de la iglesia. Este es un informe del doctor que testificó su muerte --- D. Marcelo leía el documento --- como puede V. Exª confirmar, su muerte fue motivada por un derrame cerebral … y eso es lo que quedará para la historia.
      Todos hicieron silencio en el salón … solo se escuchaban los sollozos cadenciosos de la infanta.
        El arzobispo abrió los brazos con la impotencia que sentía ante aquella situación.
         --- Vale … que no se sepa la verdad de los hechos, pueden enterrar al escultor en el suelo sagrado del cementerio de San Fernando.





 

     Fuera esperaba toda una multitud ansiosa por la decisión. El primero en enterarse fue Joaquín que corrió gritando:
         --- Lo conseguimos … lo conseguimos …
        Al llegar al taller de Antonio unos hombres estaban esperando.
       --- Quién sois?
       --- Y vos?
       --- Soy Joaquín Bilbao, discípulo del difunto Antonio Susillo.
    --- Nosotros somos de la misericordia, tenemos información de la muerte del artista y vinimos a recoger el Cristo que encargamos.
      --- Lo siento, no lo podéis llevar.
      --- Porqué? Nos han dicho que estaba ya concluido.
    --- Sí, pero el maestro dejó en el testamento que ese Cristo se iría con él a su tumba.
     Antonio Susillo, otro de los discípulos del malogrado escultor llegó a tiempo de escuchar las últimas palabras de Joaquín. Expresó su extrañeza cuando los hombres de negro se retiraron.
       --- Eso es verdad?
       --- No.
       --- No comprendo … porque lo has dicho?
      --- Sabes cómo el maestro estaba disgustado con el error de los pies … no quiero que se rían de él.





 

        La noticia corrió por toda Sevilla. Antonio Susillo sería enterrado en el Cementerio de San Fernando y tendría en su tumba la escultura del Cristo que tanto sufrimiento le causó.
      Al día siguiente fueron miles los que lo acompañaron aquella que sería su última morada.





 

         Pasaron tres semanas … Joaquín Bilbao, Antonio Castillo y Lorenzo Varella, todos discípulos de Susillo compraron unas flores. La idea era desplazarse al cementerio a rendir homenaje a su maestro … lo echaban de menos.
         A aquella hora no había nadie y se respiraba la tranquilidad fresca y húmeda que proporcionaba aquel invierno.
       Cerca de 200 metros ya se veía, recta, la figura del Cristo, indicando que allí reposaba el cuerpo sin vida de Antonio, su autor.
             Depositaron las flores a los pies del Cristo.
            Joaquín, levantó la cabeza y lo que vio lo hizo quedar estático.
            Los otros dos se dieron cuenta de que algo pasaba.
            --- Qué tienes Joaquín … estás blanco … hombre …
           Joaquín apuntaba al Cristo.
           Los dos miraron … pero no les pareció ver nada raro …
          Con la voz entrecortada, Joaquín murmuró …
         --- Los ojos … los ojos … el cristo llora …
       Entonces fijaron la mirada en la cara de la figura … no había dudas … de sus ojos salían gruesas lágrimas … milagro … aquel Cristo lloraba la muerte del hombre que le dio vida.




 

                                 La verdad:


        Esta es la leyenda del gran escultor sevillano Antonio Susillo. En los últimos años de su vida la leyenda se aleja de la realidad en muchos detalles.
      Es conocida mi gran afición por los enigmas, pero, la verdad, el enigma de la historia de Susillo es posible de clarificar … o sea … no hay enigma.
      El gran Cristo existe, basta visitar el Cementerio de San Fernando.
     En verdad, Antonio Susillo se suicidó en el día 22 de diciembre de 1896, pero no se ahorcó, se disparó en la barbilla con una pistola junto al río Guadalquivir en la zona de San Jerónimo.
      El motivo, no creo que haya sido el Cristo de los pies cambiados … por una razón para mi muy evidente … Antonio terminó su Cristo en 1890 y se suicidó 6 años más tarde … no veo la secuencia.
       Los motivos parecen estar en su imposibilidad de hacer frente a las ya abultadas deudas que tenía, muchas por culpa de su segunda mujer que le destrozó todo lo que tenía ahorrado.
    Su informe de defunción registra que murió por un derrame cerebral, lo que es verdad, solo que no especifica que ese derrame fue causado por un disparo voluntario.
      Ese el informe que fue entregado al guardián del cementerio y le abrió las puertas a la “tierra sagrada”.
        Las “ lágrimas de cristo” también son reales, pero explicables.
    Se detectaron unos meses después de su entierro y fueron veneradas como milagro hasta que unos diez años más tarde un grupo de ciudadanos decidió cambiar su tumba del lugar original donde había sido enterrado a una parcela en pleno centro del Cementerio, sitio donde se encuentra todavía.
       En el transporte de la gran cruz se dieron cuenta que Antonio, para aligerar el peso, la había esculpido hueca.
        Como tenía una apertura en cada ojo entró por ahí un enjambre de abejas que con el tiempo construyó ahí su colmena, por eso el nombre de Cristo de las Mieles.
        Lo que escurría por los ojos de la figura era miel, pura miel de abeja …
         Así encontraron una dulce explicación a las … lágrimas de Cristo ...

base de consulta:

            " NUEVAS APORTACIONES SOBRE LA VIDA Y OBRA DE ANTONIO SUSILLO"  de Juan MiguelGonzález Gómez



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